FANTASMAS
EN LA SIERRA
EL
LOBO.8
No había cerrado
los ojos al ver que el lobo saltaba hacia él y esperó el mordisco definitivo,
cuando de pronto, tras el lobo apareció su madre.
La madre de José cogió al lobo por el rabo
e hizo que se detuviera en pleno salto.
Después se abalanzó sobre él y con un
fuerte garrote que llevaba comenzó a golpear una y otra vez en la espalda, en
la cabeza, en el vientre, en las patas, donde pillaba.
- ¡José, hijo mío, corre! ¡Vuelve al cortijo.
Yo me ocupo del lobo. Vete. No te pares hasta llegar a casa!
- No mamá. Yo te ayudo a pelear con el
lobo.
- He dicho que te vayas. Yo sola
puedo con él. Vete. Corre.
Mientras
decía esto seguía golpeando al lobo que, sorprendido por la aparición de la
madre, ahora ocupaba el lugar del crio.
No tenía escapatoria. Con el rabo entre las piernas y el culo
pegado a la esquina donde antes estaba José, estaba recibiendo garrotazos a
diestro y siniestro.
José emprendió la
carrera hacia su aldea.
Su madre paró
un segundo para tomar aire y mirar cómo desaparecía su hijo entre los
pinos.
El lobo aprovechó esta pausa de
la madre para echar a correr en la misma dirección por donde un momento antes
había emprendido la carrera el niño. Pero al saltar el pequeño muro de la
parata giro a la izquierda y se perdió montaña arriba en busca de su
guarida.
Ir corriendo cuesta abajo le
ayudaba a José a coger cada vez más velocidad y apenas si tenía que hacer
esfuerzo alguno para mantenerse en equilibrio y no aminorar la carrera.
No volvió
la mirada atrás ni una vez. Corría y corría sin parar.
Atravesó el camino principal de tierra
blanca, pasó junto al manantial donde un rato antes se había parado a beber y
donde vio por primera vez al lobo.
Después comenzó a ascender por el camino
viejo, el de la fuente chica y al rato aparecieron ante sus ojos, llenos de
lágrimas, las primeras casas de la aldea de Arroyo Frío.
Fue directamente a su casa. Estaba abriendo
la puerta cuando un vecino, al verlo con la ropa sucia y rota, manchado de
sangre seca en cara y manos le preguntó:
- ¿Qué te ha pasado José? ¿Por qué
corres?
- ¡Un lobo me ha atacado!
Menos mal que ha aparecido mi madre y me ha salvado.
- ¿Qué dices?, ¿Qué tu madre te ha
ayudado?
No contestó. Terminó de abrir
la puerta, entró en casa y vio a su madre sentada en una silla.
Cuando José la vio se abrazó a ella y le
dijo:
- ¡Gracias mamá!
- Gracias, ¿por qué?
- Por haberme salvado del lobo
- ¿Qué dices
de un lobo?
- Sí mamá, el lobo. Tú me
has salvado. Apareciste cuando me iba a morder.
- ¡Pero si yo no he salido de casa!, ¡No
ves que no puedo andar!
José miró
detenidamente a su madre.
Con la
emoción del reencuentro no se había dado cuenta de que tenía un pie vendado.
Él no sabía que después de despedirse, su madre se había resbalado, que
perdió el equilibrio y terminó cayendo al suelo y que se había lastimado el
tobillo.
Tenía un pie vendado y no había podido salir del cortijo en toda la
mañana.
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miércoles, 27 de mayo de 2020
FANTASMAS EN LA SIERRA. EL LOBO.8. Capítulo final
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