martes, 19 de mayo de 2020

FANTASMAS EN LA SIERRA. EL LOBO.7



FANTASMAS EN LA SIERRA

EL LOBO.7

Si lograba llegar al refugio se salvaría. Allí podría defenderse algo mejor que en medio del monte.

No había tiempo que perder intentando recuperar fuerzas.

Siguió corriendo lo más deprisa que podía. 

El lobo olía la fatiga del niño. Sabía que pronto ya no tendría fuerzas y entonces sería el momento del último ataque.

Decidió acercarse mucho para demostrar que tenía controlada la situación.

Correteó cerca del niño, hasta que se decidió a lanzarse sobre él. 

José, que había advertido la proximidad del lobo, se preparó por si le atacaba.

Cuando lo vio muy cerca supo que ese era el momento en que iba a ser atacado y apretó fuerte la rama que aún llevaba en la mano.

Se paró de golpe justo en el momento que el lobo se abalanzaba sobre él.

Esto hizo que el lobo no acertara su ataque.  

José, cuando vio al lobo saltar sobre él, afirmó los pies en el suelo, movió rápidamente los brazos y golpeó con fuerza en el lomo del animal.

Este aulló de dolor y se revolvió para enfrentarse al niño.

Pero José ya había empezado a correr de nuevo. 

El juego estaba llegando a su fin.

El lobo ya no esperaría más para lanzar un último ataque.

Comenzó a correr tras su presa sabiendo que era la última carrera que haría. Atacaría en cuanto lo tuviera cerca. 

José vio la parata de piedras del refugio que buscaba un poco más lejos.

También vio cómo el lobo comenzaba una nueva persecución.

Él también sabía que el fin estaba cerca. 

Saltó, esta vez sin tropezar, la pequeña vaya de piedras y se dirigió a la zona más resguardada que se formaba bajo una gran piedra y el final de la parata.

Restos de palos quemados indicaban que se usaba de vez en cuando. 

Apoyó la espalda contra la esquina que formaban la gran piedra y las pequeñas piedras que formaban un pequeño muro y esperó a que el lobo se acercara. 

Era la hora final.

Sabía que dentro de un momento acabaría todo. Pero no iba a dejar que el lobo se saliera con la suya fácilmente. Estaba dispuesto a defenderse y si tenía mucha suerte tal vez podría contarlo. 

El lobo se acercó a la parata y la saltó con mucha facilidad. 
No había prisa para acabar con su presa. 
Quería saborear el momento de la victoria.  
Su presa estaba a su total disposición.  
Se paseó delante del niño, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. 
Lo veía allí quieto, sin posibilidad de defenderse y decidió atacar. 

José vio cómo el lobo había saltado la parata y se acercaba a él. En una mano sujetaba el palo con el que antes había golpeado al lobo, en la otra mano la navaja de su padre, con la punta en dirección hacia el lobo.   
No podía pensar en nada, ni en sus padres, ni en su hermana, ni en su casa o sus amigos, en nada. 
Sólo veía a ese lobo que iba a acabar con su vida. 
Ese maldito lobo que se había cruzado en su camino. 

Lo último que pensó cuando vio que el lobo estaba a punto de saltar sobre él fue que si no hubiese ido corriendo al salir del cortijo ni bajado el camino de la fuente chica también corriendo tal vez no se lo hubiese encontrado.  

El lobo dio un impulso y se elevó más de un metro por el aire y de pronto sintió cómo era frenado en seco en su salto.

Algo le impedía acercarse al niño.  

José vio una sombra moverse detrás del lobo, pero no podía entretenerse en averiguar qué era. 
Para protegerse del ataque del lobo arqueó la espalda y se preparó para recibir una primera dentellada.

………………                                                                 CONTINUARÁ  

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