DIARIO DE CUARENTENA
CAPÍTULO Lxiii
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Esta mañana he
hablado con mis hijos y hemos quedado en vernos el lunes por la tarde.
Me será difícil eso
de ver a la familia y, respetando las indicaciones del confinamiento, no
abrazarlos, besarlos y todo eso que se hace cuando se junta la familia.
Estoy deseando
reunirlos en mi casa; preparar una buena cena, hablar con ellos mirándoles a
los ojos, y no a una pantalla, contarnos las últimas novedades de nuestras
vidas confinadas, de nuestros trabajos, los que aún tenemos trabajo, claro, o
de lo que sea.
Estoy deseando y a
la vez temblando.
Después de hablar
con la familia hemos decidido salir a dar un paseo.
Hemos he ido a la
playa.
¿Atrevimiento?
¿Valentía? ¿Insensatez?
De todo un poco.
Al llegar decidimos
acercarnos a la orilla, ya que casi no había nadie paseando al lado de las
olas.
Por un momento se
me olvidó todo lo negativo de esta cuarentena.
Cerca del mar,
paseando tranquilamente, respirando aire limpio y fresco, hablando del futuro
cercano, planeando cuándo iríamos a Jaén, a ver a los abuelos y qué haríamos
allí. ¿Se puede desear algo más?
Desear se pueden
desear muchas cosas más, pero desear esas cosas que parecen insignificantes,
esas que hemos disfrutado sin valorarlas, esas que de ahora en adelante las
vamos a tener siempre presente, esas son las importantes. Por ejemplo,
disfrutar de la familia, hablar con los conocidos, pasear cuando y donde
queramos, etc.
Hemos vuelto
cansados y también algo asustados ya que no sabemos con qué clase de personas
nos cruzábamos. Será la falta de costumbre eso de dar un paseo tan largo.
Tal vez volvamos a
repetirlo. Tal vez.
Querido diario.
Lunes noche, reunión familiar. Mañana más.
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sábado, 16 de mayo de 2020
DIARIO DE CUARENTENA. CAPÍTULO LXIII
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