DIARIO DE CUARENTENA
CAPÍTULO LxVI
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¡Qué bien dormí la
noche pasada!
Al principio me
costó coger el sueño, pero después…
Creo que hacía años
que no me despertaba el sonido del despertador. Siempre me despierto antes de
que suene, me levanto y empiezo mi jornada ya sea de trabajo o de ocio.
Siempre he dormido
poco y bastante mal, como mi madre.
Jo, en vez de
dejarme uno o dos millones de euros, me dejaste uno o dos problemillas para
el día a día. Pero te quiero igual.
Gracias mamá por
todo lo que hiciste por mí cuando estabas con nosotros y gracias también por
todos los recuerdos que me dejaste.
Pero hoy no toca
hablar de mi madre.
Toca hablar de
ayer.
Sí voy a contarte
la alegría tan inmensa de tener a mi familia más cercana en casa.
Al verlos entrar se
me saltaron las lágrimas (lógico). Más aún cuando la pequeña Daniela empezó a
llorar desconsoladamente al ver a tanta gente junta, a su alrededor,
hablándole, sonriéndole, haciendo por tocarla, aunque solo fuera una mano, la
cara, la espalda, la cabeza, lo que fuera.
Pobrecilla. Más de
dos meses sin salir de casa, acompañada solo de su hermana, de su madre y de
su padre. Sin contacto de otras personas, y eso que nos “veíamos” casi a
diario por teléfono; pero no es igual. No.
Abrazada a su
padre, bien pegadita a él, sin mirarnos, sin levantar su cabecita del pecho
de mi hijo Daniel, me dio un no sé qué, que no pude evitar llorar a moco
tendido.
Después se calmó y
la cogí en brazos. Volvió a llorar, pero me tenía agarrada una mano y
apretaba, como temiendo que la soltara y se cayera; me apretaba con
fuerza.
¡Qué emoción!
Me advirtieron que
seguramente, además de extrañarnos, también lloraba por sueño. Era la hora de
su pequeña siesta antes del último biberón y de llevarla a la cuna para
dormir toda la noche.
Empecé a cantarle
un par de canciones que le cantaba antes de que nos separaban.
Me miró
sorprendida, pero no te confundas, querido diario, yo canto tan mal que
seguramente hasta se asustaría al oírme.
Pero dejó de
llorar. Todos miraron. Yo seguí cantándole en voz bajita. Una vez, y otra.
“Duerme, duerme, negrito”,
dice la canción original “que tu mama está en el campo, negrito. Te va a
traer muchas cosas para ti……”
“Duerme, duerme,
Daniela”, le canto yo “que tu abuelo está en el campo, Daniela. Te va a traer
muchas cosas para ti……”
Es una nana
tradicional de la zona del Caribe, en la frontera entre Venezuela y Colombia.
Yo se la oí por
primera vez a Víctor Jara, hace ya tantos años, que mejor no recordarlos.
Seguí cantándole y
cantándole esa nana hasta que se quedó dormida en mis brazos.
Lloré un montón,
como ahora mismo.
¡Dios, qué alegría!
Lo que vino
después, eso mejor otro día, o a lo mejor me lo guardo para mí.
Cuando se fue mi
gente y después de recogerlo todo estaba tan nervioso y excitado que sabía
que no serviría de nada irme a la cama.
Me quedé un rato en
la terraza. Vi a uno de los erizos buscando comida. Vi un capítulo de una
serie. Bien tarde, pero bien tarde, decidí irme a la cama.
Y dormí, como un
lirón, toda lo que quedaba de noche.
Querido diario. ¡Por favor, tráeme
más días como el de ayer! Mañana más.
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martes, 19 de mayo de 2020
DIARIO DE CUARENTENA. CAPÍTULO LXVI.
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