martes, 19 de mayo de 2020

DIARIO DE CUARENTENA. CAPÍTULO LXVI.



DIARIO DE CUARENTENA

                         CAPÍTULO  LxVI


¡Qué bien dormí la noche pasada!

Al principio me costó coger el sueño, pero después…

Creo que hacía años que no me despertaba el sonido del despertador. Siempre me despierto antes de que suene, me levanto y empiezo mi jornada ya sea de trabajo o de ocio.

Siempre he dormido poco y bastante mal, como mi madre.
Jo, en vez de dejarme uno o dos millones de euros, me dejaste uno o dos problemillas para el día a día. Pero te quiero igual.

Gracias mamá por todo lo que hiciste por mí cuando estabas con nosotros y gracias también por todos los recuerdos que me dejaste.

Pero hoy no toca hablar de mi madre.

Toca hablar de ayer.

Sí voy a contarte la alegría tan inmensa de tener a mi familia más cercana en casa.

Al verlos entrar se me saltaron las lágrimas (lógico). Más aún cuando la pequeña Daniela empezó a llorar desconsoladamente al ver a tanta gente junta, a su alrededor, hablándole, sonriéndole, haciendo por tocarla, aunque solo fuera una mano, la cara, la espalda, la cabeza, lo que fuera.

Pobrecilla. Más de dos meses sin salir de casa, acompañada solo de su hermana, de su madre y de su padre. Sin contacto de otras personas, y eso que nos “veíamos” casi a diario por teléfono; pero no es igual. No.

Abrazada a su padre, bien pegadita a él, sin mirarnos, sin levantar su cabecita del pecho de mi hijo Daniel, me dio un no sé qué, que no pude evitar llorar a moco tendido.

Después se calmó y la cogí en brazos. Volvió a llorar, pero me tenía agarrada una mano y apretaba, como temiendo que la soltara y se cayera; me apretaba con fuerza.

¡Qué emoción!

Me advirtieron que seguramente, además de extrañarnos, también lloraba por sueño. Era la hora de su pequeña siesta antes del último biberón y de llevarla a la cuna para dormir toda la noche.

Empecé a cantarle un par de canciones que le cantaba antes de que nos separaban.

Me miró sorprendida, pero no te confundas, querido diario, yo canto tan mal que seguramente hasta se asustaría al oírme.
Pero dejó de llorar. Todos miraron. Yo seguí cantándole en voz bajita. Una vez, y otra.

“Duerme, duerme, negrito”, dice la canción original “que tu mama está en el campo, negrito. Te va a traer muchas cosas para ti……”

“Duerme, duerme, Daniela”, le canto yo “que tu abuelo está en el campo, Daniela. Te va a traer muchas cosas para ti……”

Es una nana tradicional de la zona del Caribe, en la frontera entre Venezuela y Colombia.

Yo se la oí por primera vez a Víctor Jara, hace ya tantos años, que mejor no recordarlos.

Seguí cantándole y cantándole esa nana hasta que se quedó dormida en mis brazos.

Lloré un montón, como ahora mismo.

¡Dios, qué alegría!

Lo que vino después, eso mejor otro día, o a lo mejor me lo guardo para mí.

Cuando se fue mi gente y después de recogerlo todo estaba tan nervioso y excitado que sabía que no serviría de nada irme a la cama.

Me quedé un rato en la terraza. Vi a uno de los erizos buscando comida. Vi un capítulo de una serie. Bien tarde, pero bien tarde, decidí irme a la cama.

Y dormí, como un lirón, toda lo que quedaba de noche.

Querido diario. ¡Por favor, tráeme más días como el de ayer! Mañana más.

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