jueves, 14 de mayo de 2020

FANTASMAS EN LA SIERRA. EL LOBO.3



FANTASMAS EN LA SIERRA


EL LOBO.3

No dudó cuál era el camino que le había dicho su madre que debía seguir. Conocía de sobra todos los caminos, todos los atajos, todos los recodos, todos los mejores sitios para cruzar ese pequeño río que abastecía las huertas cercanas y las más lejanas. Ese río que a veces al cruzarlo para ir a la escuela de La Peguera del Madroño le había traicionado y había acabado empapado de agua helada y sin poder secarse ni cambiarse de calcetines, calzado o pantalones. 

Cuando llegó a la orilla del río se detuvo un momento para tomar aire. Ya había recorrido un buen trecho de su camino, siempre cuesta abajo y empezaba a sentir los efectos del cansancio.   Buscó un manantial, de sobra conocido, que manaba muy cerca de donde se encontraba.  Tomó asiento en una lisa piedra junto al manantial. Bebió un largo y placentero trago de la fresca agua que surgía en todas las épocas del año. Refrescó su cara y su cuello y se dispuso a reanudar la marcha.
 
Antes de recoger la capacha que había dejado junto a la piedra que le sirvió de asiento, le pareció ver la sombra de un animal escabullirse entre los pinos, allá a lo lejos. Se quedó quieto observando, intentando averiguar de qué animal se trataba.  Estaba acostumbrado a ver a todo tipo de animales en el monte, tanto salvajes como domésticos. No le resultaba extraño contemplar ardillas, zorros, águilas, ciervos, jabalíes e incluso alguna que otra vez había visto lobos y ni que decir tiene que también había visto alguna cabra o alguna oveja extraviada, un perro vagabundo o algún burro que se hubiera soltado y deambulara por el monte hasta ser encontrado o en el peor de los casos devorado por algún animal salvaje.

 Volvió a ver la sombra pasando entre los árboles. Le pareció que era un zorro.   - “Los zorros no son peligrosos”. Pensó. Pero después meditó un momento y llegó a la conclusión que era demasiado grande como para ser un zorro. “No, no es un zorro. Es un perro”. “¿De quién será?”.  Comenzó a andar, mirando hacia donde había visto al animal escabullirse entre los pinos, y lo volvió a ver.

 - “¡No es un perro, es un lobo!”.

A su mente acudieron esas historias que se cuentan sobre lobos que se comen a ovejas, niños o a personas mayores. Se imaginó la enorme boca del lobo, con esos dientes puntiagudos y los colmillos enormes sobresaliendo por encima de los labios del animal. No le hizo ninguna gracia saber que cerca de él había un lobo. 

- “Seguro que si no hago nada raro seguirá su camino”.  

Su padre le había dicho en más de una ocasión que los animales no atacan a no ser que tengan mucha hambre o que se sientan amenazados. Y él no era una amenaza para el lobo. Además, ya no había vuelto a verlo, habría desaparecido tal y como apareció.  Pensó qué opciones tenía: seguir por el camino indicado o cambiar de ruta. Decidió seguir andando en busca del camino que le llevaría hasta la era vieja de La Peguera.

                                                                                                                                                  .........                                                                                                CONTINUARÁ   

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