FANTASMAS
EN LA SIERRA
EL
LOBO.3
No dudó cuál era el camino que le había dicho su madre que
debía seguir. Conocía de sobra todos los caminos, todos los atajos, todos los
recodos, todos los mejores sitios para cruzar ese pequeño río que abastecía
las huertas cercanas y las más lejanas. Ese río que a veces al cruzarlo para
ir a la escuela de La Peguera del Madroño le había traicionado y había
acabado empapado de agua helada y sin poder secarse ni cambiarse de
calcetines, calzado o pantalones.
Cuando llegó a la orilla del río se detuvo un momento para
tomar aire. Ya había recorrido un buen trecho de su camino, siempre cuesta
abajo y empezaba a sentir los efectos del cansancio. Buscó un manantial, de sobra conocido, que
manaba muy cerca de donde se encontraba.
Tomó asiento en una lisa piedra junto al manantial. Bebió un largo y
placentero trago de la fresca agua que surgía en todas las épocas del año.
Refrescó su cara y su cuello y se dispuso a reanudar la marcha.
Antes de recoger la capacha que había dejado junto a la
piedra que le sirvió de asiento, le pareció ver la sombra de un animal
escabullirse entre los pinos, allá a lo lejos. Se quedó quieto observando,
intentando averiguar de qué animal se trataba. Estaba acostumbrado a ver a todo tipo de
animales en el monte, tanto salvajes como domésticos. No le resultaba extraño
contemplar ardillas, zorros, águilas, ciervos, jabalíes e incluso alguna que
otra vez había visto lobos y ni que decir tiene que también había visto
alguna cabra o alguna oveja extraviada, un perro vagabundo o algún burro que
se hubiera soltado y deambulara por el monte hasta ser encontrado o en el
peor de los casos devorado por algún animal salvaje.
Volvió a ver la
sombra pasando entre los árboles. Le pareció que era un zorro. - “Los zorros no son peligrosos”. Pensó.
Pero después meditó un momento y llegó a la conclusión que era demasiado
grande como para ser un zorro. “No, no es un zorro. Es un perro”. “¿De quién
será?”. Comenzó a andar, mirando hacia
donde había visto al animal escabullirse entre los pinos, y lo volvió a ver.
- “¡No es un perro,
es un lobo!”.
A su mente acudieron esas historias que se cuentan sobre
lobos que se comen a ovejas, niños o a personas mayores. Se imaginó la enorme
boca del lobo, con esos dientes puntiagudos y los colmillos enormes
sobresaliendo por encima de los labios del animal. No le hizo ninguna gracia
saber que cerca de él había un lobo.
- “Seguro que si no hago nada raro seguirá su
camino”.
Su padre le había dicho en más de una ocasión que los animales
no atacan a no ser que tengan mucha hambre o que se sientan amenazados. Y él
no era una amenaza para el lobo. Además, ya no había vuelto a verlo, habría
desaparecido tal y como apareció.
Pensó qué opciones tenía: seguir por el camino indicado o cambiar de
ruta. Decidió seguir andando en busca del camino que le llevaría hasta la era
vieja de La Peguera.
......... CONTINUARÁ
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jueves, 14 de mayo de 2020
FANTASMAS EN LA SIERRA. EL LOBO.3
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