DIARIO DE CUARENTENA
CAPÍTULO LxVIII
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La naturaleza sigue
abriéndose paso.
La pareja de patos
ya no vive en nuestro jardín. Ya no están. No los vemos ni volando por encima
de la urbanización, como hacían al principio, antes de instalarse.
Tampoco creo que
vuelvan.
Ha llegado una
gaviota y los ha echado de la piscina.
La gaviota le cae
mal a todos los vecinos. Normal.
A casi todo el
mundo les gusta más la pareja de patos que la gaviota.
Estoy de acuerdo
con mis vecinos. Prefiero los patos a la gaviota.
El búho.
Un vecino dice que
no es un búho. Dice que es una lechuza.
Yo no discuto esas
cosas. No las discuto porque no sé si es un búho o una lechuza.
No entiendo, por el
sonido, de qué ave nocturna se trata.
Él está seguro;
seguro no, segurísimo.
Cuando alguien
asegura cosas de ese tipo me siento un analfabeto de la vida.
¿Cómo es que no he
aprendido a distinguir el ulular de un búho del de una lechuza?
No estuve fino ni
ágil cuando mi vecino sacó pecho afirmando que era una lechuza.
Si yo hubiese
estado más atento a la jugada le podría haber dicho algún comentario sobre
los “graznidos” de las aves nocturnas para ver si lo pillaba.
Yo sé que las aves
nocturnas “ululan” y que los cuervos “graznan”, pero sigo siendo un inculto
por no distinguir un búho de una lechuza cuando ululan.
Tendré que pedir
responsabilidades a alguien.
Pero te voy a decir
una cosa: seguro que mi vecino, porque lo conozco, no tiene a quien contarle
todas estas cosas que hacen de él un ser superior.
Aun así, no me
cambio por él por nada en el mundo.
Tengo que añadir: y
a mí, quien no me conozca, que me compre.
Querido diario. ¿Y
qué más da? Mañana más.
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jueves, 21 de mayo de 2020
DIARIO DE CUARENTENA. CAPÍTULO LXVIII
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