lunes, 25 de mayo de 2020

DIARIO DE CUARENTENA. CAPÍTULO LXXII



DIARIO DE CUARENTENA
                         CAPÍTULO  LxxIi

Hoy lo tengo claro.

Volvemos a ocuparnos de las nietas.

Prácticamente todo el día con ellas. Antes de esta cuarentena las teníamos desde las ocho de la mañana hasta que venían a por ellas, que nunca, de aquí para atrás, ha sido antes de las siete de la tarde.
Ahora nos las traerán al mediodía hasta bien entrada la tarde.

Hoy, Daniela, no ha llorado nada cuando la cogí.

Las tres veces que la hemos visto, desde que podemos ir a visitar a la familia o a los amigos, ha puesto cara rara cuando nos veía y hacía algún que otro puchero y hasta ha llorado, aunque solo haya sido un poquito, excepto el primer día, que lloró un buen rato.

Así que no te voy a decir lo bien que me he sentido cuidándolas.

No te voy a decir la alegría de coger a Daniela en brazos cuantas veces he querido.

No te voy a decir la satisfacción de verlas comer, con alegría, sin tener que hacerles tonterías para que coman.

 - ¡Abuelo! Dice Alía, la mayor. - ¿puedo…? ¿me das…? Y yo cada vez que la oigo me derrito por dentro.

Lo malo, que después de aprender el tategués, ahora tengo que aprender el “papagués”, que es casi lo mismo, pero en algo varía.

Aún tengo la satisfacción, la alegría de haberlas tenido muchas horas; y casi, casi las estoy echando de menos y eso que apenas hace unas pocas horas que se han ido y sé que mañana volverán.

Pero no solo he estado cuidando de las nietas, no. Han pasado muchas otras cosas, pero hoy no tienen importancia.

Hoy solo pienso en ellas.

Querido diario. Para Daniela y Alía. Mañana más.



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