DIARIO DE CUARENTENA
CAPÍTULO LxxIi
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Hoy lo tengo
claro.
Volvemos a
ocuparnos de las nietas.
Prácticamente
todo el día con ellas. Antes de esta cuarentena las teníamos desde las ocho de la mañana hasta que venían a por ellas,
que nunca, de aquí para atrás, ha sido antes de las siete de la tarde.
Ahora nos las traerán al mediodía hasta bien entrada la tarde.
Hoy, Daniela, no
ha llorado nada cuando la cogí.
Las tres veces
que la hemos visto, desde que podemos ir a visitar a la familia o a los
amigos, ha puesto cara rara cuando nos veía y hacía algún que otro puchero y
hasta ha llorado, aunque solo haya sido un poquito, excepto el primer día,
que lloró un buen rato.
Así que no te voy
a decir lo bien que me he sentido cuidándolas.
No te voy a
decir la alegría de coger a Daniela en brazos cuantas veces he querido.
No te voy a
decir la satisfacción de verlas comer, con alegría, sin tener que hacerles
tonterías para que coman.
- ¡Abuelo! Dice Alía, la mayor. - ¿puedo…?
¿me das…? Y yo cada vez que la oigo me derrito por dentro.
Lo malo, que
después de aprender el tategués, ahora tengo que aprender el “papagués”, que
es casi lo mismo, pero en algo varía.
Aún tengo la
satisfacción, la alegría de haberlas tenido muchas horas; y casi, casi las
estoy echando de menos y eso que apenas hace unas pocas horas que se han ido
y sé que mañana volverán.
Pero no solo he
estado cuidando de las nietas, no. Han pasado muchas otras cosas, pero hoy no
tienen importancia.
Hoy solo pienso
en ellas.
Querido diario. Para
Daniela y Alía. Mañana más.
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lunes, 25 de mayo de 2020
DIARIO DE CUARENTENA. CAPÍTULO LXXII
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