viernes, 8 de mayo de 2020

DIARIO DE CUARENTENA. CAPÍTULO LV


DIARIO DE CUARENTENA

                         CAPÍTULO  LV


Hoy, según mi agenda, nos quedarían treinta días exactos de ir al cole.

También según mi agenda, casi tendríamos terminado todo el temario de este curso, ya que deberíamos estar preparando el fin de etapa de todos los niños y niñas de sexto.

Se supone que el paso de primaria a secundaria es una de las cosas más importantes en la etapa de estudiantes de cualquier persona.

Pero no solo es por el cambio de etapa educativa, no. Es por todo lo que hacen por primera vez:

El inolvidable viaje fin de curso. La ceremonia de graduación. La entrega de becas (las bandas de algún color llamativo para recordar ese día). La orla. La fiesta de fin de curso. La despedida del colegio.
Y me atrevería a añadir que una vez empezado el curso en el instituto, el primer día que vuelven al colegio, aprovechando que “pasaban por ahí”, para saludar a su antiguo, y por ahora querido e inolvidable, tutor y a otros profesores.


Posiblemente hoy sea un día para ser negativo, para lamentar lo que hemos perdido, para lamentar lo que ya no vamos a hacer.
Posiblemente yo, egoísta que soy, tenga muchas razones para lamentar todo esto que el pu…. virus me ha quitado.

Pero no quiero pensar en mí.

Lamento profundamente no pasar con mis niñas y niños unos días de excursión en un ambiente distendido y alegre. Divirtiéndonos y disfrutando de poder estar juntos sin tener que estar regañando, ni por supuesto castigando, ni enfadándonos.

No me queda más remedio que imaginármelos todo guapetones y guapetonas el día de la graduación. A lo mejor hasta yo también estaría guapo, con traje y corbata, recién peinado y afeitado.

Pensaré en ellas y ellos en el auditorio de Torremolinos, oyendo los discursos que les íbamos a dedicar.  Subiendo al escenario a recoger el diploma de su paso por primaria en el Colegio San Miguel. Abrazos y besos a mogollón al terminar el acto. 

Voy a echar de menos, mucho, que la orla no sea todo lo bonita y bien hecha que se merecen; me quedará, nos quedará, el consuelo de que al menos hemos hecho una, aunque de esta manera.
Prometo que me voy a esforzar todo lo que pueda y más para que me salga lo mejor posible.

Se van a perder una gran fiesta de fin de curso. Sé que este año iba a participar, en su baile, su tutor. Lo sé porque me lo ha dicho un pajarito.

Seguramente hubiese sido una tarde muy emocionante, ya que sería, más o menos, como el acto que supondría el decirnos adiós.

Y seguramente más emocionante sería el último día, el de la entrega de notas y el adiós definitivo a la etapa de primaria. Sé que ese día, al menos para mí, iba a ser uno de los más tristes de mi vida. Despedirme de “mis niños y niñas” se iba a convertir en un rato de dolor y llanto.

Bueno, no tiene mucho mérito saber que lloraría hasta lo inimaginable. Mi madre, al igual que todas las madres son adivinas y saben las cosas que nos van a pasar mucho antes de que sucedan, mi madre me decía que yo era de lágrima fácil. A veces cuando había “algo” especial o distinto me decía: - “Danielico, no vayas a llorar, eh”.

Ya la estoy oyendo. Pero no tengo más remedio que decirle: - “¿y qué quieres que haga, mamá, sino me puedo aguantar?”

Pues eso.

Querido diario. No va a pasar. Mañana más.


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