domingo, 17 de mayo de 2020

FANTASMAS EN LA SIERRA. EL LOBO 5



FANTASMAS EN LA SIERRA


EL LOBO.5
                                                                                                                      
Continuó andando, ligero, pero sin correr. Si corría y el lobo salía tras él no tendría ninguna oportunidad. Aparecería de repente y le atacaría. Estaba seguro de esto y por eso decidió no perderlo de vista.
Pero en una curva del camino lo perdió de vista. 
No importaba, debía seguir andando.
Pero el lobo sabía muy bien lo que hacía. Cuando vio que su presa comenzaba a andar más deprisa decidió cortarle el paso.
Correteó un poco y lo esperó algo más allá.
Parado en el centro del camino esperó hasta que el niño apareciera de nuevo. 
José frenó en seco al ver al lobo en el centro del camino.
Tenía otra piedra en la mano y se la arrojó. El lobo se movió antes de que la piedra le diera. Ya había probado antes el dolor del impacto.
El lobo volvió a tomar posición del terreno, pero esta vez se situó a un lado del camino y comenzó a andar en dirección al niño.  José no tuvo más remedio que salir del camino y comenzar a andar entre la maleza.
Vio una rama de un árbol caída en el suelo y la recogió. Era una posible defensa en caso desesperado. Abrió la capacha y tiró la comida al suelo. Tal vez el lobo se entretuviera comiéndosela y así tendría tiempo de correr y alejarse de él.
 Podría llegar a la casa del guarda y pedir ayuda. Podría esconderse en alguna cuadra o tiná de los animales y esperar hasta que alguien le ayudase.
 El lobo se acercó a la comida y la olió. Después miró al chico. Engulló la comida casi de un solo bocado y comenzó a andar en la dirección por donde había visto que se marchaba el niño.
Allí estaba, corriendo entre los pinos. Él también comenzó a correr.
José inició una frenética carrera en dirección a la casa del guarda.
Corriendo entre los pinos podría tropezar, caerse y hacerse daño, pero eso le daba igual. Ya se había rasgado un poco la ropa y tenía algún arañazo en la cara y en las manos.
Miró atrás y vio como el lobo estaba comiéndose la comida de su padre.
Aceleró su carrera todo lo que pudo. Apartaba las ramas bajas de los árboles como podía. Se dio cuenta de lo cansado que estaba cuando intentó saltar unas piedras y no lo logró.
Tropezó con la más alta y cayó al suelo de bruces, se golpeó la cabeza contra el suelo y siguió rodando un trecho.
Comenzó a gatear y se incorporó.
Se levantó lo más rápido que pudo y continuó corriendo hasta que vio otra vez al lobo a su derecha, por encima del camino. 
Tendría que seguir subiendo por el monte para intentar despistar al lobo.
Se estaba alejando de la casa del guarda y el lobo estaba cada vez más cerca.
 El lobo conducía a su presa al interior del monte.
Sabía que tendría más posibilidades de cazarlo en un terreno montañoso que cerca del camino, junto al río. 
Por eso se acercaba de vez en cuando a su presa, para empujarle cada vez más dentro del monte. 
José recordó que allí cerca había un refugio de piedras construido por pastores para tener recogidas las ovejas en caso de que necesitaran controlarlas por algún motivo, como que se les hiciera de noche, por tener que ir a buscar a alguna descarriada o para echar una cabezadita en una calurosa tarde de verano. 
                                                                               CONTINUARÁ   

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