domingo, 26 de abril de 2020

FANTASMAS EN LA SIERRA.


FANTASMAS EN LA SIERRA

EL pingüino.2

- Por esos dibujos de pingüinos. Los pingüinos no son buenos.
          - ¡Los pingüinos son malos! No lo sabía. A mí me hacen gracia los pingüinos. Son simpáticos.
          - No tienes ni idea de lo que dices. Mira, para que sepas cómo son de verdad los pingüinos te voy a contar una historia, si es que tienes tiempo.
          Que aquel desconocido quisiera contarme una historia me pareció divertido. No es que no tuviera nada mejor que hacer, ya que me estaban esperando abajo, pero por tomarme un pequeño descanso, aún sin haber empezado, no iba a pasar nada. Además, luego podría contarles la historia yo a ellos de por qué no son buenos los pingüinos.
          - Deja que levante esa silla que hay en el suelo y me siente.
          Se acomodó junto a mí. Cogió el álbum de fotos, lo cerró y mirándome fijamente me preguntó:
          - ¿Conoces a Juan de Dios, el de la tienda?
          - Pues claro ¡Es mi padre! Contesté.
          - ¿Y tu padre no te ha contado nunca la historia del pingüino?  
          - No, a mí nunca me ha contado esa historia.
          - Entonces te la contaré yo. Escucha.
          Se acercó la silla un poco más, se acomodó el sombrero que llevaba puesto y empezó su relato:
          - Tu padre, como sabes, era recovero. Iba vendiendo cosas por los cortijos, caseríos y aldeas de la sierra. No era el único recovero, había varias personas que también se ganaban la vida con la recova, pero tu padre destacaba por que era el que mejores y más variadas telas vendía.
          Como a todos, unas veces se le daba mejor y otras peor, pero siempre volvía a su casa con la carga casi vendida o cambiada por otros artículos para él o para vender después. Bueno siempre no, porque según él cuenta, hubo un viaje que le salió todo mal.
          Verás, un día salió a vender y nada más salir del cortijo ya sabía él que no se le iba a dar bien. Cambió de repente la temperatura y empezó a hacer un frío del demonio, acompañado de unas negras nubes que presagiaban tormenta. Por supuesto que no era lluvia lo que él sabía que caería del cielo, sino nieve. Pero ya había recorrido bastantes kilómetros y no era plan de volver.
          No pasaron más de dos horas cuando ya todo estaba cubierto de nieve.
          Se iba acercando al Río Madera, la nieve dejó de caer, pero una intensa niebla se iba levantando por momentos, cada vez más intensa. Otro motivo de preocupación.
          Su ventaja era que conocía de sobra todos los recodos del camino, todos los atajos que podrían acortar su recorrido y así poder dejar atrás aquel día que estaba poniéndole demasiadas zancadillas.
          Al tercer día, después de visitar un par de cortijos empezó a nevar otra vez, así que decidió ir a una última venta en un molino cercano y dar por terminada su jornada. Si todo se daba bien estaría de vuelta a última hora del día, ya anocheciendo.
          Conforme se acercaba al molino su preocupación iba en aumento. La nieve que seguía cayendo, aunque en menor intensidad, había dejado embarrado y escurridizo el camino que le conducía, ladera abajo, hasta el molino, muy cerca del embalse de Miller.
 ………….                                                                                                                                                                                                              CONTINUARÁ


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