FANTASMAS
EN LA SIERRA
EL PINGÜINO
Se acercaban las fiestas navideñas
de mil novecientos setenta y cinco. Hacía apenas un par de semanas que había
cumplido los dieciséis años y en la pequeña celebración habíamos quedado en
pasar las navidades todos juntos el mayor tiempo posible.
Para ello convencimos a nuestro gran
amigo Paco Pepe para que pidiera a su familia que nos dejara una casa
deshabitada que tenían en las afueras del pueblo y así poder pasar esos días
juntos.
Después de varios días de tiras y
aflojas con su familia Paco Pepe se presentó con las llaves de la casa.
- Eso sí. Nos dijo nada más
vernos. - Tenemos que limpiarla a fondo antes de usarla.
Fuimos a ver la casa para ver en
qué estado se encontraba. Su estado nos produjo bastante preocupación.
Llevaba casi quince años cerrada y además de sucia y deteriorada el
mobiliario era bastante escaso y por supuesto viejo y roto en la mayoría de
los casos.
- No os preocupéis por eso. Mi madre
me ha dado permiso para coger sillas o lo que necesitemos de las habitaciones
de la planta alta. Pero me ha dicho también que todo lo que necesitemos para
limpiar y dejar acondicionada la casa lo tenemos que comprar nosotros.
- Pues venga, vamos a organizarnos.
Dentro de una semana nos dan las vacaciones de Navidad. Tenemos que poner
dinero y comprar las cosas. El sábado a las diez de la mañana empezaremos con
la limpieza.
Antes de las diez de la mañana de
aquel sábado 20 de diciembre de mil novecientos setenta y cinco ya estábamos
en la puerta de la casa de Paco Pepe. Algunas cosas para la limpieza las
habíamos comprado y otras las habíamos traído de las casas de nuestros
padres.
Con todo preparado, Paco Pepe abrió
la puerta y en-tramos. La emoción era más fuerte que la falta de habilidad
para limpiar y dejar bien acondicionada la casa, pero con ilusión todo
obstáculo se supera.
Abrimos puertas y ventanas de la
planta baja para ir ventilando la casa, tal y como nos habían dicho que
hiciéramos. Queríamos dejar pero que muy bien arregladas las habitaciones, de
esa planta, que teníamos previsto que pudiéramos necesitar; Comenzaríamos
quitando todo lo que estuviera más estropeado y buscaríamos en otras
habitaciones algo que nos pudiera venir bien.
Habíamos pensado arreglar la sala
principal, la cocina y el cuarto de baño, que por cierto se encontraba fuera
de la vivienda, en el patio trasero. Tendríamos que traer de la planta alta
otro sofá, todo de madera y bastante incómodo, pero es que no había otra
cosa. También bajaríamos un par de mecedoras y unas cuantas sillas.
Alguien le preguntó a Paco Pepe si
podíamos usar unas mantas que habíamos visto dentro de un armario para
ponerlas en el suelo y así crear un ambiente más acogedor. Además, queríamos
decorar el techo con los grandes cartones de huevos que se usaban en aquella
época y para rematar la faena pondríamos poster en las paredes. Seguro que
nos quedaría genial.
La curiosidad de saber todo lo que
había en las habitaciones nos hizo darnos un respiro antes de empezar con la
limpieza e iniciamos una exhaustiva exploración en todas las habitaciones en
las que aún no habíamos entrado. Tal vez habría algo que pudiéramos usar para
hacer más agradables nuestras reuniones y fiestas en aquellas navidades.
Después de explorada toda la casa me
ofrecí voluntario para ir bajando algunas sillas que habíamos visto arriba y
que tenían mejor aspecto que las de la planta de abajo.
Entré en un dormitorio donde
habíamos visto las mejores sillas. Una de ellas se me escurrió y cayó al
suelo, al agacharme a recogerla vi que cerca de ella, asomando por debajo de
la cama, había lo que creí era un libro. Lo cogí para ver de qué se trataba.
¡Qué gran sorpresa! Era un álbum de
fotos antiguas de su familia. En la portada del álbum había escrito un nombre
"Valentín". Valentín era un tío soltero de Paco Pepe que había
habitado en la casa hasta el día en que enfermó gravemente y tuvo que irse a
vivir con su hermana Paca, la madre de Paco Pepe.
Me senté en la cama y empecé a mirar
las fotos. En ese momento alguien se paró en la puerta del dormitorio y me
preguntó:
- ¿Tú quién eres? ¿Qué haces aquí?
- ¡Joder, qué susto!, no lo he oído
llegar. ¿Quién es usted? Pregunté a aquel desconocido, un anciano todo
vestido de negro, menos la camisa, blanca. De un blanco "gastado",
que indicaba que tendría muchos años, casi los mismos que su dueño. Su viejo
sombrero también era negro y al igual que la camisa tenía un tono como de
negro gastado también.
- He visto que la puerta de la casa
estaba abierta y he entrado. Hace mucho tiempo que no entra nadie en esta
casa. Dime, ¿Qué haces aquí?
- Somos amigos de Paco Pepe, el hijo
de la Paca, la del cortijo de Los Pateras. Estamos arreglando un poco la casa
para venirnos de vez en cuando estas navidades a pasar el rato. La casa es
del tío de Paco Pepe. Le dije
- Sí, dijo el hombre. Ya sé de quién
es la casa.
Nos quedamos un momento en silencio.
No sabía si llamar a alguien o si con la excusa de seguir bajando sillas irme
de allí.
Pero antes de que yo dijera o
hiciera algo el hombre se me quedó mirando la camiseta que me había puesto
aquel día y señalándola me dijo:
- ¡Vaya camiseta mala que te has
puesto!
- ¿Mala? ¿Por qué es mala?
(CONTINUARÁ)
|
viernes, 24 de abril de 2020
FANTASMAS EN LA SIERRA. II
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario