viernes, 24 de abril de 2020

FANTASMAS EN LA SIERRA. II


FANTASMAS EN LA SIERRA


EL PINGÜINO
         
          Se acercaban las fiestas navideñas de mil novecientos setenta y cinco. Hacía apenas un par de semanas que había cumplido los dieciséis años y en la pequeña celebración habíamos quedado en pasar las navidades todos juntos el mayor tiempo posible.
          Para ello convencimos a nuestro gran amigo Paco Pepe para que pidiera a su familia que nos dejara una casa deshabitada que tenían en las afueras del pueblo y así poder pasar esos días juntos.
          Después de varios días de tiras y aflojas con su familia Paco Pepe se presentó con las llaves de la casa.
            - Eso sí. Nos dijo nada más vernos. - Tenemos que limpiarla a fondo antes de usarla.
            Fuimos a ver la casa para ver en qué estado se encontraba. Su estado nos produjo bastante preocupación. Llevaba casi quince años cerrada y además de sucia y deteriorada el mobiliario era bastante escaso y por supuesto viejo y roto en la mayoría de los casos.
          - No os preocupéis por eso. Mi madre me ha dado permiso para coger sillas o lo que necesitemos de las habitaciones de la planta alta. Pero me ha dicho también que todo lo que necesitemos para limpiar y dejar acondicionada la casa lo tenemos que comprar nosotros.
          - Pues venga, vamos a organizarnos. Dentro de una semana nos dan las vacaciones de Navidad. Tenemos que poner dinero y comprar las cosas. El sábado a las diez de la mañana empezaremos con la limpieza.
          Antes de las diez de la mañana de aquel sábado 20 de diciembre de mil novecientos setenta y cinco ya estábamos en la puerta de la casa de Paco Pepe. Algunas cosas para la limpieza las habíamos comprado y otras las habíamos traído de las casas de nuestros padres.
          Con todo preparado, Paco Pepe abrió la puerta y en-tramos. La emoción era más fuerte que la falta de habilidad para limpiar y dejar bien acondicionada la casa, pero con ilusión todo obstáculo se supera.
          Abrimos puertas y ventanas de la planta baja para ir ventilando la casa, tal y como nos habían dicho que hiciéramos. Queríamos dejar pero que muy bien arregladas las habitaciones, de esa planta, que teníamos previsto que pudiéramos necesitar; Comenzaríamos quitando todo lo que estuviera más estropeado y buscaríamos en otras habitaciones algo que nos pudiera venir bien.
          Habíamos pensado arreglar la sala principal, la cocina y el cuarto de baño, que por cierto se encontraba fuera de la vivienda, en el patio trasero. Tendríamos que traer de la planta alta otro sofá, todo de madera y bastante incómodo, pero es que no había otra cosa. También bajaríamos un par de mecedoras y unas cuantas sillas.
          Alguien le preguntó a Paco Pepe si podíamos usar unas mantas que habíamos visto dentro de un armario para ponerlas en el suelo y así crear un ambiente más acogedor. Además, queríamos decorar el techo con los grandes cartones de huevos que se usaban en aquella época y para rematar la faena pondríamos poster en las paredes. Seguro que nos quedaría genial.
          La curiosidad de saber todo lo que había en las habitaciones nos hizo darnos un respiro antes de empezar con la limpieza e iniciamos una exhaustiva exploración en todas las habitaciones en las que aún no habíamos entrado. Tal vez habría algo que pudiéramos usar para hacer más agradables nuestras reuniones y fiestas en aquellas navidades.
          Después de explorada toda la casa me ofrecí voluntario para ir bajando algunas sillas que habíamos visto arriba y que tenían mejor aspecto que las de la planta de abajo.
          Entré en un dormitorio donde habíamos visto las mejores sillas. Una de ellas se me escurrió y cayó al suelo, al agacharme a recogerla vi que cerca de ella, asomando por debajo de la cama, había lo que creí era un libro. Lo cogí para ver de qué se trataba.
          ¡Qué gran sorpresa! Era un álbum de fotos antiguas de su familia. En la portada del álbum había escrito un nombre "Valentín". Valentín era un tío soltero de Paco Pepe que había habitado en la casa hasta el día en que enfermó gravemente y tuvo que irse a vivir con su hermana Paca, la madre de Paco Pepe.
          Me senté en la cama y empecé a mirar las fotos. En ese momento alguien se paró en la puerta del dormitorio y me preguntó:
          - ¿Tú quién eres? ¿Qué haces aquí?
          - ¡Joder, qué susto!, no lo he oído llegar. ¿Quién es usted? Pregunté a aquel desconocido, un anciano todo vestido de negro, menos la camisa, blanca. De un blanco "gastado", que indicaba que tendría muchos años, casi los mismos que su dueño. Su viejo sombrero también era negro y al igual que la camisa tenía un tono como de negro gastado también.
          - He visto que la puerta de la casa estaba abierta y he entrado. Hace mucho tiempo que no entra nadie en esta casa. Dime, ¿Qué haces aquí?
          - Somos amigos de Paco Pepe, el hijo de la Paca, la del cortijo de Los Pateras. Estamos arreglando un poco la casa para venirnos de vez en cuando estas navidades a pasar el rato. La casa es del tío de Paco Pepe. Le dije
          - Sí, dijo el hombre. Ya sé de quién es la casa.
          Nos quedamos un momento en silencio. No sabía si llamar a alguien o si con la excusa de seguir bajando sillas irme de allí.
          Pero antes de que yo dijera o hiciera algo el hombre se me quedó mirando la camiseta que me había puesto aquel día y señalándola me dijo:
          - ¡Vaya camiseta mala que te has puesto!
          - ¿Mala? ¿Por qué es mala?        
                                                                                             (CONTINUARÁ)

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