martes, 28 de abril de 2020

FANTASMAS EN LA SIERRA. El pingüino. Parte 3


FANTASMAS EN LA SIERRA

EL PINGÜINO.3

          De pronto, el burro que llevaba la carga que le quedaba y la que había cambiado por otra, empezó un trotecillo que no le gustó nada. Se había embalado cuesta abajo y Juan de Dios, tu padre, sabía que de no frenarlo pronto su carrera cuesta abajo acabaría de mala manera.
          - ¿Y eso qué tiene que ver con los pingüinos? Le interrumpí.
          - No seas impaciente, ya mismo te lo cuento.
          - Viendo que el burro no paraba su carrera lo cogió por el rabo e intentó frenarlo usando su fuerza.
          Así continuó durante unos metros hasta que el burro se escurrió, se salió del camino y se quedó con las patas delanteras fuera, colgando por una cuesta algo más inclinada y que acababa en una llanura. Tu padre no había soltado el rabo, por lo que estuvo a punto de salirse él también del camino, pero había logrado cogerse, con la otra mano de un pino que había junto al camino.
          Allí estuvo un rato, sujetando al burro para que no cayera ladera abajo y tirando de él para ver si podía ayudarle a subir otra vez al camino.
          Desesperado comenzó a llamar al molinero a gritos:
          - ¡Hermano molinero!, ¡Hermano molinero! Gritaba sin cesar.
          Una vez y otra y otra. Lo llamaba, pero no obtenía respuesta alguna.
          Seguía sujetando al burro por el rabo. Los brazos le dolían del esfuerzo. Pensaba que se le iban a separar del cuerpo. Aguantó un poco más hasta que las fuerzas ya no le acompañaron y decidió soltarlo.
          El burro comenzó a deslizarse ladera abajo, dobló el cuello y lo metió entre las patas delanteras. Se hizo una especie de bola y comenzó a rodar sin control; la carga salía disparada por todas partes.
          Tu padre veía como el esfuerzo de los días anteriores se encontraba esparcido ladera abajo. Nada quedaba intacto. Cacharros de cocina por todos lados; huevos que había recogido en otros cortijos espachurrados por todos sitios; las telas que le quedaban se habían mojado, embarrado y arrugado. Ya te digo, nada quedó intacto.
          Tu padre bajó como pudo, sin caerse, hasta el pequeño prado que se extendía al pie de la ladera. Allí se encontró con el burro pastando como si nada hubiera pasado. Buscó entre la mercancía, esparcida por todas partes, para ver si podía recuperar algo. Nada quedó servible. Ni cacharros, ni alimentos, ni telas, nada de costura, nada de nada. Desastre total.
          - Sigo sin saber qué tiene que ver esta historia con los pingüinos. Volví a interrumpir.
………………..                                                                                CONTINUARÁ

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