FANTASMAS
EN LA SIERRA
EL
PINGÜINO.3
De
pronto, el burro que llevaba la carga que le quedaba y la que había cambiado
por otra, empezó un trotecillo que no le gustó nada. Se había embalado cuesta
abajo y Juan de Dios, tu padre, sabía que de no frenarlo pronto su carrera
cuesta abajo acabaría de mala manera.
- ¿Y eso qué tiene que ver con los
pingüinos? Le interrumpí.
- No seas impaciente, ya mismo te lo
cuento.
-
Viendo que el burro no paraba su carrera lo cogió por el rabo e intentó
frenarlo usando su fuerza.
Así
continuó durante unos metros hasta que el burro se escurrió, se salió del
camino y se quedó con las patas delanteras fuera, colgando por una cuesta
algo más inclinada y que acababa en una llanura. Tu padre no había soltado el
rabo, por lo que estuvo a punto de salirse él también del camino, pero había
logrado cogerse, con la otra mano de un pino que había junto al camino.
Allí
estuvo un rato, sujetando al burro para que no cayera ladera abajo y tirando
de él para ver si podía ayudarle a subir otra vez al camino.
Desesperado
comenzó a llamar al molinero a gritos:
-
¡Hermano molinero!, ¡Hermano molinero! Gritaba sin cesar.
Una
vez y otra y otra. Lo llamaba, pero no obtenía respuesta alguna.
Seguía
sujetando al burro por el rabo. Los brazos le dolían del esfuerzo. Pensaba
que se le iban a separar del cuerpo. Aguantó un poco más hasta que las
fuerzas ya no le acompañaron y decidió soltarlo.
El
burro comenzó a deslizarse ladera abajo, dobló el cuello y lo metió entre las
patas delanteras. Se hizo una especie de bola y comenzó a rodar sin control;
la carga salía disparada por todas partes.
Tu
padre veía como el esfuerzo de los días anteriores se encontraba esparcido ladera
abajo. Nada quedaba intacto. Cacharros de cocina por todos lados; huevos que
había recogido en otros cortijos espachurrados por todos sitios; las telas
que le quedaban se habían mojado, embarrado y arrugado. Ya te digo, nada
quedó intacto.
Tu
padre bajó como pudo, sin caerse, hasta el pequeño prado que se extendía al
pie de la ladera. Allí se encontró con el burro pastando como si nada hubiera
pasado. Buscó entre la mercancía, esparcida por todas partes, para ver si
podía recuperar algo. Nada quedó servible. Ni cacharros, ni alimentos, ni
telas, nada de costura, nada de nada. Desastre total.
- Sigo sin saber qué tiene que ver
esta historia con los pingüinos. Volví a interrumpir.
……………….. CONTINUARÁ
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martes, 28 de abril de 2020
FANTASMAS EN LA SIERRA. El pingüino. Parte 3
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