DIARIO DE CUARENTENA
CAPÍTULO xVi
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Hacía tiempo que no hablaba con
mi vecino Dick.
Dick es holandés. Lleva en España
muchísimos años. Habla español casi perfectamente; cuida sus plantas a
diario; monta en bicicleta para pasearse o para ir a la compra (bueno, ahora
no, casi no sale, como todos); me dice que está aprendiendo francés y que le
encanta jugar al ajedrez.
Me ha invitado a jugar al ajedrez con él un montón
de veces. Lástima que yo solo sepa mover las piezas, Soy un pésimo jugador de
ajedrez.
Diríase que Dick es un tipo
normal. Sería así si no fuese por su edad. Tiene noventa y tres años. Sí,
querido diario, has entendido bien. Noventa y tres años.
Lo que más me llama la atención
de Dick no es lo que te he contado, sino que esta es la segunda vez que está
en cuarentena en su vida.
La primera vez fue hace muchos
años, más de cincuenta. Demasiados años.
Él, según me ha contado, era
marino mercante. Trabajaba en un barco. Él dice que ese trabajo y estar de
cuarentena es casi lo mismo y que algunas veces se pasaba cinco o seis meses
sin poder desembarcar.
Pero esa no era la cuarentena que
tuvo que pasar. Fue en Indonesia y le pilló una epidemia tal como esta. Me
contó que estuvo en un camarote minúsculo sin poder salir casi dos meses.
La cuarentena de ahora, dice
Dick, no es nada en comparación con la anterior.
Bravo por Dick. Bravo por sus
noventa y tres años. Bravo por usar la bici con sus años. Bravo por haber
aprendido nuestro idioma. Bravo por tener, aún, muchas metas por conseguir.
Bravo por ser mi vecino.
Querido diario. Mi vecino se
llama DICK, con mayúsculas. Mañana
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lunes, 30 de marzo de 2020
DIARIO DE CUARENTENA. CAPÍTULO XVI
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