CAPÍTULO I
DESPUÉS DEL PRIMER DÍA
DE CUARENTENA
Tengo que reconocer que estoy
asustado.
El viernes, en el colegio, todo
empezó bien; mejor dicho, empezó como todos los días.
Después de
recibir las instrucciones de la Junta de Andalucía todo fue un jaleo de tres
pares de narices: preparar trabajos para los días de cuarentena, hacer las
fotocopias, atender al alumnado presente, preparar bolsas con libros y fichas
para quienes no habían venido y ¿cómo no? Ir asimilando todo lo que estaba
pasando.
“Si
hoy no me da un infarto no me lo dará nunca”.
Pensé.
Por la tarde fue frustrante. Estar
junto a Daniela, mi queridísima nieta pequeña, junto a mi hijo Daniel y la otra
nieta, Alía, y no poder darles abrazos y besos fue duro. Mejor mantener las
distancias que recomiendan las autoridades sanitarias, aunque no nos guste.
Por la tarde-noche, en el súper no
podía creer lo que veía: más gente que nunca, que se reían y abrazaban o
tocaban, niños jugando y corriendo por los pasillos del súper, como si nada
pasara. Insensatos. ¿No saben lo que se nos viene encima? Estamos en
cuarentena, no de vacaciones. ¿Acaso no saben que hay que quedarse en casa y
salir solo lo imprescindible? De seguir así acabaremos infectados todos y en
vez de estar un par de semanas en casa, estaremos más de un mes.
Ojalá mañana nos vaya mejor.
Bromas es lo que hacen todos los días en muchos sitios. Esto es serio y nos tenemos que quedar en casa
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