DIARIO DE CUARENTENA
CAPÍTULO
LxxxIV
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De todos los
trabajos, o como se les quiera llamar, que se hacen en las casas o viviendas
de cada familia, el que menos me gusta hacer es pintar.
No me gusta
pintar, no se me da bien. Me pongo malo cada vez que hay que pitar.
Odio pintar.
Hace unos días pintamos
la terraza. De color blanco, por supuesto.
Estamos cerca del Mar Mediterráneo
y el color que mejor le va al azul del cielo o al azul del mar es el blanco.
No hay duda.
La terraza no es
muy grande, más bien pequeña, pero es la que hay.
Tardamos poco en
pintarla. En una tarde la hicimos.
Quedó estupenda.
Blanca inmaculada, como se dice.
¿Ha durado
mucho?
A mitad de esta
semana una gaviota, espero que no sea la que se ha apropiado de la piscina,
hizo sus necesidades en el poyete de la baranda. Se cagó, vamos.
¡En mi vida he
visto una cagada tan grande!
Manchó el
poyete, la baranda, el suelo, la mesa, los sillones, la pared de enfrente y
hasta los cristales que separan la terraza del salón.
Sin exagerar.
Pedazo de cagada.
Me ofrecí
voluntario a limpiarlo todo. ¿En qué estaría yo pensando?
Todavía tengo náuseas
de pensarlo.
Pasapalabra.
Hoy hemos
pintado la baranda, de “azul luminoso”, que es el color que propuso la
comunidad para todos los hierros que den al exterior.
Bueno, lo de
hemos es un farol, porque yo no he pintado.
Ha pintado mi
mujer mientras yo chapuceaba algunas cosillas que habían quedado pendientes en
la terraza.
He repasado de blanco las manchas de la cagada de la gaviota. Las he repasado dos veces y ¡no se van! Mañana volveré a repasarlas.
¿Pero qué cagan esos bichos?
Cuando hemos
terminado, le he ayudado a recoger y ¿cómo me las habré apañado para parecer
un pitufo, de la cantidad de manchas azules que llevaba en las manos?
¿Ves? Esa es mi
relación con la pintura.
Querido diario.
No me gusta pintar. Mañana más
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sábado, 6 de junio de 2020
DIRIO DE CUARENTENA. CAPÍTULO LXXXIV
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